En este artículo el doctor Pascual Fúster nos explica la importancia de controlar la presión arterial y de como nos afecta a los ojos.

¿Qué es la presión arterial?

La presión arterial es la fuerza que la sangre ejerce contra las paredes de las arterias cuando discurre a través de ellas para transportar nutrientes y oxígeno a la células de todo el cuerpo. Por cada latido, el corazón bombea sangre hacia las arterias y es entonces cuando esta presión es mayor y la llamamos “Presión Sistólica” y cuando  el corazón está en reposo, entre latido y latido, la presión es menor y se denomina “Presión Diastólica”.

La presión arterial es medida en milímetros de mercurio (mmHg) y hablamos de hipertensión arterial (HTA) cuando la presión sistólica  es igual o superior a 140 mmHg, cuando la presión diastólica es igual o superior a 90 mmHg o también cuando ambas presiones son elevadas.

La HTA es una enfermedad que actúa silenciosamente no dando síntomas en mucho tiempo, por lo que sin una detección precoz y su correspondiente tratamiento  puede provocar graves consecuencias, como un infarto de corazón, un accidente cerebrovascular o incluso daños en otros órganos importantes, como son el riñón y los ojos.

¿Cómo afecta la hipertensión arterial a nuestros ojos?

Cuando la elevación de la presión arterial produce alteraciones en los vasos sanguíneos de la retina, hablamos de retinopatía hipertensiva.

En la retinopatía hipertensiva,  las arterias que se encargan de llevar la sangre a la retina se ven obligadas a aguantar una presión arterial alta de forma sostenida.

La consecuencia de esto es que  estas arterias se vuelven más gruesas, lo que dificultará el paso de la sangre.

También pudiera ocurrir que se contraigan y al estrecharse, haciéndose en este caso el flujo de la sangre más lento o incluso que se podría bloquear lo que nos provocaría  falta de riego sanguíneo en algunas zonas de la retina.

Además aumenta la permeabilidad de las arterias, lo que facilita la salida de líquido y sustancias procedentes de estos vasos que se acumula en la retina inflamándola (edema de retina).

Y asimismo, todos estos daños pueden provocar hemorragias.

Cuando estas anomalías afectan a la coroides, que es una capa llena de vasos sanguíneos que nutre y rodea a la retina, estamos ante una coroidopatía hipertensiva  y si se trata del nervio óptico, se denomina neuropatía óptica hipertensiva.

La diabetes, el tabaquismo, el descontrol de tensión arterial entre otros , se trata de factores de riesgo de la retinopatía hipertensiva.

También lo son:

-preeclampsia (complicación del embarazo que se caracteriza por hipertensión arterial y presencia de proteínas en la orina)

-eclampsia (cuando la preeclampsia es grave puede desencadenar en eclampsia, que se caracteriza por la aparición de convulsiones o incluso un estado de coma durante el embarazo)

-niveles altos de colesterol en sangre (hipercolesterolemia)

-edad superior a 50 años

-exceso de sal en las comidas

-sedentarismo

-obesidad

Dado que en la mayoría de los casos la retinopatía hipertensiva no ocasiona síntomas, el mejor método para diagnosticarla es mediante el examen del fondo de ojo utilizando un instrumento denominado oftalmoscopio, que proporciona una visión directa de la retina y de sus vasos sanguíneos.

Para valorar la gravedad de esta patología se puede recurrir a la angiografía con fluoresceína, que es una técnica que, tras inyectar un contraste y con una cámara especial,  permite tomar fotografías del fondo de ojo y registrar las imágenes, sobre todo cuando existen patologías asociadas a la circulación sanguínea de la retina como pueden ser la retinopatía diabética, la degeneración macular asociada a la edad (DMAE), la oclusión u obstrucción de los vasos retinianos con la correspondiente isquemia o falta de aporte sanguíneo o la existencia de posibles inflamaciones o incluso tumores.

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